MINHA VIDA EM COR-DE-ROSA: CENAS E ENCENAÇÕES DA TRANSEXUALIDADE FEMININA NA INFÂNCIA por Megg Rayara Gomes de Oliveira

MI VIDA EN ROSA: ESCENAS Y ACTIVIDADES DE LA TRANSEXUALIDAD FEMENINA EN LA INFANCIA por Megg Rayara Gomes de Oliveira

Megg Rayara Gomes de Oliveira
Travesti negra, Doctora en Educación por la Universidad Federal de Paraná.


en mi rincón,
En mi sillita,
¡Puedo ser lo que quiero ser!
En las alas de mi fantasía

Puedo volar a un mundo nuevo
Y el mundo me abrirá los brazos...
(Jess Jennings, 2007)

Los colores rosa y azul representan, de manera muy específica, en diversas culturas, los universos femenino y masculino respectivamente, con el fin de informar, incluso antes del nacimiento, la forma correcta en que se debe tratar a cada niño. Esto con el fin de fortalecer los elementos constitutivos de su feminidad o masculinidad, asociados directamente a su sexo biológico. Rogério Diniz Junqueira¹ (2009, p. 20) utiliza los estudios de Elisabeth Badinter y Gláucia Eliane Silva de Almeida para afirmar que la masculinidad es considerada como algo difícil de conquistar por los hombres, mientras que la feminidad es percibida como un componente natural de la mujer. En la obra de César Sabino, también estudiada por Junqueira (2009), la masculinidad se asocia a demostraciones de fuerza, valentía y virilidad, construidas en oposición a ciertas características consideradas femeninas.

Así, los códigos de conducta enseñados a los niños establecen que “el único lugar habitable para lo femenino está en el cuerpo de la mujer, y para lo masculino, en el cuerpo del hombre” (Berenice Alves de Melo BENTO, 2008, p. 25), premiando a quien se normalizan con respeto y oportunidades, y castigando a los diferentes con desprecio y trabas (William PERES, 2009, p. 237), exponiendo, con bastante objetividad, que en las sociedades patriarcales no hay otra posibilidad que el ajuste.

Es la familia heteronormativa, es decir, aquella definida por la práctica del “sexo bien educado o estandarizado, es decir, heterosexual, monógamo, consolidado por el matrimonio y las prácticas reproductivas” (Maria Rita de Assis CÉSAR, 2009, p. 43) , el modelo de organización social que debe ser preservado. Por lo tanto, es necesario enseñar a las personas, desde una edad muy temprana, a actuar de tal manera que puedan reproducirlo en el futuro.

Esta es la visión de las iglesias cristianas, que a lo largo del tiempo se han esforzado por imponer patrones únicos de comportamiento que toman la heterosexualidad cis² como único modelo de existencia. A medida que la sociedad cambia y propone rupturas, el discurso religioso se actualiza, así como sus mecanismos de control.

En 1997, el cardenal Joseph Aloisius Ratzinger, actual Papa emérito Benedicto XVI, reforzó en sus escritos que la biología determinaría el género y que “la liberación de la mujer sirve como centro nuclear para cualquier actividad de liberación, tanto política como antropológica, con el objetivo de liberar a la ser humano de su biología” (RATZINGER, 1997, p. 142). Ratzinger dio inicio entonces al surgimiento de un debate que hoy se conoce como ideología de género.

En la definición de Jorge Scala, discutida por Richard Mikolski y Maximiliano Campana (2017), la ideología de género es un instrumento político-discursivo de alienación con dimensiones globales, que busca instaurar un modelo totalitario con el propósito de “imponer una nueva antropología” a la sociedad. provocar la alteración de las pautas morales y conducir a la destrucción de la sociedad.

Al dirigir un ataque a las luchas feministas y señalar el camino para el desarrollo del concepto de ideología de género, el cardenal Ratzinger pretendía llegar, según Mikolski y Campana (2017), a la Conferencia Mundial sobre la Mujer de Beijing, organizada por las Naciones Unidas, en 1995, por atreverse a proponer la sustitución del término “mujer” (que había sido el tema principal en las tres conferencias que precedieron a esta) por el concepto de “género”, permitiendo ampliar esta categoría, no restringiéndose únicamente a cuestiones biológicas .

Así, “en esta conferencia se reconoció que la desigualdad de las mujeres es un problema estructural y solo puede ser abordado desde una perspectiva integral de género” (MIKOLSKI; CAMPANA, 2017, p. 727), llamando la atención sobre la necesidad de mirar los múltiples sujetos que expresan identidades femeninas, como travestis y mujeres transexuales.

Tales declaraciones

colocó la categoría “género” en el centro de los debates que giraron en torno al rol de la mujer, provocando una importante reacción por parte de diversos sectores religiosos conservadores y, en particular, de la propia Iglesia Católica. Así, con motivo de esta conferencia, el Papa Juan Pablo II, en su “Carta a las mujeres”, se refirió a la necesidad de defender la identidad femenina desde una perspectiva esencialista y, unos años más tarde, en la “Carta a los obispos”, del 31 de mayo 2004, se pronunció en contra del discurso feminista, reiterando que la maternidad era un elemento clave de la identidad femenina (punto 13). (MIKOLSKI; MAXIMILIANO, 2017, p. 727)

Al destacar la maternidad como elemento esencial de la identidad femenina, el Papa Juan Pablo II tomó posición en relación al travestismo y la transexualidad, coincidiendo con las situaciones de exclusión y vulneración de derechos que recaen sobre ellas. Al huir de los estándares preestablecidos de la sociedad, las travestis³ y transexuales se exponen a situaciones de discriminación y exclusión, y pueden desarrollar estrategias de resistencia para garantizar su derecho a ser o bien buscar medios de adaptación que garanticen al menos su supervivencia, casi siempre. caracterizada por discursos y actos de sumisión y pasividad (PERES, 2009).

En el caso de los niños transexuales, aún existe el agravante de que se les puede ver con una patología, que necesita y debe ser tratada, pasando por vivencias que muestran cuánto están en desacuerdo con los estándares preestablecidos y cuán necesario es es cambiar tu forma de pensar y actuar para que puedas adaptarte al sexo anatómico y así llevar una vida “normal”.

Los cargos impuestos a los niños transexuales provienen de varios segmentos de nuestra sociedad: de la familia, la iglesia, los vecinos, la escuela, etc. – dejando poco o ningún espacio para que se construyan como sujetos. Esto es aún más evidente cuando se ignoran sus pretensiones de adoptar una identidad de género diferente a su sexo biológico, tratados como meras fantasías infantiles, ya que, en general, la niñez es subalterna en relación con el mundo de los adultos (Manuel SARMENTO; Maria Cristina Soares de GOUVEA, 2008, p.19).

Estos temas son observables en la película de 1997 Mi vida en rosa5 (Ma vie en rose), una producción cooperativa entre Bélgica, Francia y el Reino Unido, dirigida por el belga Alain Berliner. La película cuenta la historia de Ludovic Fabre, una niña transexual6 de siete años . Aunque es una obra de ficción, tiene fuertes similitudes con la infancia de muchas mujeres transgénero. Sin embargo, creo en la posibilidad de otras formas de relación entre los niños transgénero y sus familias, la escuela y la sociedad en general. Por ello, estableceré un diálogo entre la película y el documental My secret self, producido y presentado por la cadena de televisión ABC en los Estados Unidos de América en 2007, que también aborda la transexualidad en la infancia. Las historias reales de dos chicas transexuales, Jess Jennings y Riley Grant, narradas en el documental, se utilizarán para dialogar con las situaciones que vive el personaje ficticio Ludovic Fabre en la película Mi vida en rosa.

Ambas producciones, si bien tienen propósitos diferentes, se consideran medios de comunicación precisamente porque están disponibles “a una pluralidad de receptores” (John B. THOMPSON, 2009, p. 287) y se insertan “dentro de una teoría del cine queer, término que surgió a fines de la década de 1970/80, luego de los estudios de género, justificando la alta permeabilidad y artificialidad entre las identidades de género” (Alisson MACHADO, 2011, p. 11).

Queer, que no tiene un equivalente exacto en portugués, “puede traducirse como extraño, tal vez ridículo, excéntrico, raro, extraordinario” (Guacira Lopes LOURO, 2004, p. 38). Para Judith Butler (2002, p. 58), identificada como una de las precursoras de la teoría queer, el término ha operado como una práctica lingüística con el propósito de degradar a los sujetos a los que se refiere: “queer adquiere todo su poder precisamente a través de la reiterada invocación que lo vincula con acusaciones, patologías e insultos”. Por lo tanto, la propuesta fue darle un nuevo significado al término, hacerlo positivo, comenzando a entender lo queer como una práctica de vida que va en contra de las normas socialmente aceptadas.

Lo queer, entonces, puede interpretarse como un proceso, un movimiento, y se acerca a las reflexiones de Michel Foucault (1979) sobre el concepto de dispositivo. Para él, todo dispositivo “es siempre un dispositivo de poder” (Sueli Aparecida CARNEIRO, 2005. p. 38), un medio por el cual ciertos sujetos ganan visibilidad cuando son interpretados como el contrapunto del orden.

Así, el concepto de dispositivo busca delimitar

un conjunto decididamente heterogéneo que engloba discursos, instituciones, organizaciones arquitectónicas, decisiones normativas, leyes, medidas administrativas, enunciados científicos, proposiciones filosóficas, morales, filantrópicas. En suma, lo dicho y lo no dicho son los elementos del dispositivo. “El dispositivo es la red que se puede establecer entre estos elementos. En segundo lugar, me gustaría esbozar la naturaleza de la relación que puede existir entre estos elementos heterogéneos. Así, tal discurso puede aparecer como programa de una institución o, por el contrario, como un elemento que permite justificar y enmascarar una práctica que permanece en silencio; incluso puede funcionar como una reinterpretación de esta práctica, dándole acceso a un nuevo campo de racionalidad. En definitiva, entre estos elementos, discursivos o no, hay un tipo de juego, es decir, cambios de posición, modificaciones de funciones, que también pueden ser muy diferentes. En tercer lugar, entiendo por dispositivo un tipo de formación que, en un momento histórico determinado, tuvo como función principal responder a una urgencia. Por lo tanto, el dispositivo tiene una función estratégica dominante”. (FOUCAULT, 1979, p. 244).

Sin embargo, el mismo Foucault (1982) que logra percibir una infinidad de mecanismos de control, como el discurso de la ideología de género, operando de manera coordinada y simultánea, también identifica mecanismos para su oposición y afirma que donde hay poder, hay resistencia.

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Extracto del artículo de Megg Rayara Gomes de Oliveira. Travesti negra, Doctora en Educación por la Universidad Federal de Paraná. Lea el artículo completo aquí.

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1. Por defender una educación no sexista, además de utilizar el género femenino y masculino para referirme a las personas en general, la primera vez que se cita a un autor, transcribo su nombre completo para identificar el género (género) y, en consecuencia, para proporcionar una mayor visibilidad a los investigadores y académicos.

2. Cis es la abreviatura de cisgénero. La noción de cisgenerismo es propuesta por la transexual Julia Serano, en 2007, en la obra Whipping girl: una mujer transexual sobre el sexismo y el chivo expiatorio de la feminidad. “Del ejercicio de analizar el origen de la terminología -trans-: el otro, la inadaptación. Espontánea, inesperadamente, entrecruzamientos químicos. Lo contrario a esto, el término -cis-, también existe en el campo de la química orgánica: sería el enlace químico esperado, el más común que se da entre elementos. El enlace químico “normal”. Sin embargo, las moléculas de la química orgánica son impredecibles. Así como las subjetividades son impredecibles. Por lo tanto, la cisgeneridad indica la existencia de una norma que produce efectos de un ideal normativo, es decir, efectos de expectativas y universalización de la experiencia humana. En términos generales, lo que han planteado diferentes activistas y movimientos transfeministas es que la norma cisgénero es una de las matrices normativas de las estructuras sociales, políticas y patriarcales, cuyos ideales normativos producen efectos extremadamente rígidos sobre la vida y la atribución de identidad. La atribución de identidad, obligatoria en el momento del registro de cada persona, define y naturaliza la adscripción de una persona a uno de los polos del sistema sexo/género al nacer, a partir de una lectura restringida, a partir de la apariencia de los genitales. Además, la norma cisgénero establece que esta designación es inmutable, fija, cristalizada a lo largo de la vida de la persona”. (María Luiza Rovaris CIADE, 2016, p. 13-14).

3. Un travesti es una persona que experimenta un rol de género femenino, pero no se reconoce como hombre o mujer, sino como miembro de un tercer género o un no género (Jaqueline Gomes de JESUS, 2012, p. 17 ).

4. Una mujer transexual es toda persona que reclama el reconocimiento social y legal como mujer (JESÚS, 2012, p. 15).

5. Se eligió esta película porque se estrenó el mismo año en que el cardenal Joseph Aloisius Ratzinger, hoy Papa emérito Benedicto XVI, iniciaba el debate que ahora se conoce como ideología de género.

6. En este artículo reconozco la identidad femenina de Ludovic Fabre porque entiendo que está perfectamente consolidada en su discurso, aunque esté sujeto a un tratamiento en el género masculino por parte de la sociedad en la que se inserta.




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